IMPAK
Paquita llegó al taller en un carro de la compra. Cuando fuimos a por ella a casa de un viejo estampador no nos imaginábamos que nos enfrentamos a una tarea tan difícil. Llevábamos entonces una búsqueda de meses donde estuvimos en mercadillos y anticuarios, dudando entre nuevas máquinas chinas y antiguas americanas. Ya casi llegado al punto de importar una máquina de termograbado desde Inglaterra encontramos a Paquita en el barrio de al lado. La trajimos en pleno verano madrileño. Eufóricos por haberla hallado, dudosos por cuánto íbamos a tardar en entender su funcionamiento.
Desconocemos el modelo a día de hoy, sabemos que es de la marca IMPAK (de ahí Paquita). Es una máquina de los años setenta y aunque el estampador nos había contado algún truco no teníamos manual ni nada que se pareciera. Ni el internet tenía las respuestas y el fabricante de máquinas IMPAK 2.0 - viéndose enfrentado con un modelo que ellos creían muerto - optó por no contestar a nuestras preguntas.
Así nos vimos escribiendo nuestro propio manual: rosca y temporizador en mano, encendiendo, esperando y probando en cada una de sus posiciones. No es fácil conocer a Paquita. Es sensible al calor y la presión adecuada, a la mínima se te escapa. Pero luego es agradecida y diligente y no se queja nunca.
Nos enamoramos desde el primer momento en que la vimos. Es un híbrido entre cafetera de bar antigua, máquina de leche merengada y frontal de un Buik de los años 40 de hierro macizo. Pesa la señora, por eso le gusta estar en un sitio fijo. Seguramente nunca se hubiera imaginado que después de tantos años haciendo vitolas para puros, cajas de cerillas e invitaciones para bodas, bautizos y comuniones, llegaría a un taller de sombrerería para quedarse.